Nadaba entre la nada. Sin empeño a la vida, que es nada, de improviso vine a soñar que soy; porque Dios quiso entre la nada levantar un sueño.
Dios, que es El Todo y de la nada es dueño, me hace un mundo soñar, porque es preciso; Él, siendo Dios, de nada un paraíso formó, nadando en eternal ensueño.
¿Qué importa que en la nada confundida vuelva a nadar, al fin, esta soñada vil existencia que la nada olvida,
nada fatal de la que fue sacada?… ¿Qué tiene esta ilusión que llaman vida?... Nada en su origen. —¿y en su extremo? —¡Nada!
Antonio Plaza Llamas |
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