lunes, 14 de junio de 2010

Duerme







 


Despierta, tiemblo al mirarte;
dormida, me atrevo a verte;
por eso, alma de mi alma,
yo velo mientras tú duermes.


  Despierta, ríes, y al reír tus labios
     inquietos me parecen
relámpagos de grana que serpean
     sobre un cielo de nieve.


  Dormida, los extremos de tu boca
     pliega sonrisa leve,
suave como el rastro luminoso
     que deja un sol que muere.
                          ¡Duerme!


  Despierta, miras y al mirar tus ojos
     húmedos resplandecen
como la onda azul en cuya cresta
     chispeando el sol hiere.


  Al través de tus párpados, dormida,
     tranquilo fulgor vierten,
cual derrama de luz, templado rayo,
     lámpara transparente.
                          ¡Duerme!


  Despierta, hablas y al hablar vibrantes
     tus palabras parecen
lluvia de perlas que en dorada copa
     se derrama a torrentes.


  Dormida, en el murmullo de tu aliento
     acompasado y tenue,
escucho yo un poema que mi alma
     enamorada entiende.
                          ¡Duerme!


  Sobre el corazón la mano
me he puesto porque no suene
su latido y de la noche
turbe la calma solemne.


  De tu balcón las persianas
cerré ya porque no entre
el resplandor enojoso
de la aurora y te despierte.
                          ¡Duerme!






 

Gustavo Adolfo Bécquer

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