Dulce soñar y dulce congojarme, cuando estaba soñando que soñaba; dulce gozar con lo que me engañaba, si un poco más durara el engañarme;
dulce no estar en mí, que figurarme podía cuanto bien yo deseaba; dulce placer, aunque me importunaba que alguna vez llegaba a despertarme:
¡oh sueño, cuánto más leve y sabroso me fueras si vinieras tan pesado que asentaras en mí con más reposo!
Durmiendo, en fin, fui bienaventurado, y es justo en la mentira ser dichoso quien siempre en la verdad fue desdichado.
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