—Allá está la cumbre. —¿Qué miras? —Un astro. —¿Me amas? —¡Te adoro! —¿Subimos? —¡Subamos!
—¿Qué ves? —Una aurora fugitiva y pálida. —¿Qué sientes? —Anhelo. —Ésa es la esperanza.
—¡Qué alientos de vida! ¡Qué fuegos de sol! ¡Qué luz tan radiante! —¡Ese es el amor!
—¿Qué ves a tus plantas? —Un profundo abismo. —¿Tiemblas? —Tengo miedo... —¡Ese es el olvido!
Pero no tiembles ni temas: bajo el sacro cielo azul, para el que ama no hay abismos, porque tiene alas de luz. |
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