martes, 30 de junio de 2009

La cita


Me he ceñido toda con un manto negro.
Estoy toda pálida, la mirada extática.
Y en los ojos tengo partida una estrella.
¡Dos triángulos rojos en mi faz hierática!


Ya ves que no luzco siquiera una joya,
ni un lazo rosado, ni un ramo de dalias.
Y hasta me he quitado las hebillas ricas
de las correhuelas de mis dos sandalias.


Mas soy esta noche, sin oros ni sedas,
esbelta y morena como un lirio vivo.
Y estoy toda ungida de esencias de nardos,
y soy toda suave bajo el manto esquivo.


Y en mi boca pálida florece ya el trémulo
clavel de mi beso que aguarda tu boca.
Y a mis manos largas se enrosca el deseo
como una invisible serpentina loca.


¡Descíñeme, amante! ¡Descíñeme, amante!
Bajo tu mirada surgiré como una
estatua vibrante sobre un plinto negro
hasta el que se arrastra, como un can, la luna.


Juana de Ibarbourou

lunes, 29 de junio de 2009

Tratado de anatomía












Cuerpo, árbol triste, piedra
desmantelada,




¿en qué interino
rincón de la memoria has ido almacenando
tus anhelos, tus lastres, tus malditas
condescendencias con la soledad?

Las mermas sucesivas de los años,
sus fases de ufanía, ya son sólo
constancias azarosas:




allí una luz presunta

amagando en lo oscuro, aquí un atisbo
de pasión apenas persuasiva,
por todas partes esa mezcla
de contumacia y de incredulidad.

Cuerpo baldío: vida devaluada.


José Manuel Caballero Bonald


Divagaciones (Ámame japonesa)


(...)

Ámame japonesa, japonesa
antigua, que no sepa de naciones
occidentales; tal una princesa
con las pupilas llenas de visiones,

que aun ignorase en la sagrada Kioto,
en su labrado camarín de plata
ornado al par de crisantemo y loto,
la civilización del Yamagata.
(...)

Rubén Darío

lunes, 22 de junio de 2009

El propósito inútil


Canción
  El propósito inútil


Ardí de amor por la voluble Elfrida,
y ella en mi incendio se sintió abrasar;
burló mi fe pero sanó mi herida.
Amor, Amor, no quiero más amar.

Amar al uso es conservar su calma
y en falso labio la pasión mostrar,
y pues amar y abandonar el alma
no se usa ya, no quiero más amar.

Díceme Amor: «¿qué miedo te importuna?
tus dichas yo me ocuparé en colmar,
pues las tres Gracias voy a unirte en una»,
No importa Amor no quiero más amar.

Luego a mis ojos se ofreció Delina
cual sólo Amor se la acertó a idear;
yo digo al verla: «es en verdad divina»;
pero yo en fin no quiero más amar.

Es a su lado pálida la rosa,
triste el lucero que preside al mar;
de incautas almas perdición forzosa;
mas yo ¡ay Amor! no quiero más amar.

Se ven las flores por besar su planta,
cuando ella baila, la cabeza alzar;
se escucha a Erato si mis versos canta;
mas yo ¡ay de mí! no quiero más amar.

De mil amantes la veré seguida;
que ni aun sus dichas me darán pesar;
y en celebrarla he de pasar mi vida;
mas basta así no quiero más amar.

«Síguela pues» —me dice el niño ciego—
«sin riesgo puedes de su luz gozar;
que si te acercas, por descuido, al fuego,
yo gritaré: «no quiero más amar».

Necio de mí, que con acción sumisa
a los pies de ella me dejé arrastrar,
sin ver de Amor la maliciosa risa
al yo decir: «no quiero más amar».

Ya por instantes en mi incauto pecho
la llama antigua crece sin cesar;
mas ¡ay Delina! el mal era ya hecho;
que haberte visto es empezarte a amar.








Juan Bautista de Arriaza y Superviela

miércoles, 17 de junio de 2009

Como de duro entalle una figura


Como de duro entalle una figura
con gran facilidad se imprime en cera,
y como queda siempre aquélla entera
mientras que otra imprimir no se procura,

tal en mi alma vuestra hermosura
ha esculpido el Amor cual en vos era,
y hala dejado siempre en la primera,
viendo que de alguna otra no se cura.

El cuerpo, que a seguir el alma aspira,
por no haber parte en él de vos ajena,
muestra en sí mil imágenes iguales:

como sala que esta de espejos llena,
que la imagen de aquél que en uno mira
en todos muestra siempre unas señales.







Gutierre de Cetina

lunes, 15 de junio de 2009

Éramos tres los caballeros


Éramos tres los caballeros. Uno
amaba el juego y la mujer. El otro
amaba la mujer y amaba el vino.
Yo amaba el vino, la mujer y el juego.


Íbamos por garitos y tabernas
jugando las sortijas
después de haber jugado las monedas.
Y en los amaneceres licenciosos
dejábamos al pie de la ruleta
la última sonrisa
y la última gema.


-Sobre el jardín en flor de las barajas
inventaba el zafiro una alba nueva-.


Bebíamos en copas repulidas
viejos vinos de rica procedencia,
o en los cálices rojos de las bocas
de las mujeres bellas,
vino de rojas uvas maduradas
al beso ardiente y la sensual promesa.


-Mujeres que una noche nos amaron
e hicieron más amarga nuestra pena-.


Éramos tres los caballeros. Uno,
jugador sin sortija y sin monedas,
se jugará la vida alguna noche
al dado con la trágica tahuresa.


Como fue su querer vivir de gala
en el vaivén de las mundanas fiestas,
a cambio de la flor luce en su traje
un estigma letal de adormideras.


Y bebe en el festín imaginario,
en la copa del día,
vino de albas siniestras.


El otro en un vagar hacia los vicios
y en busca de un licor que no ha existido
ni existirá jamás sobre la tierra,
llegó hasta el Monte de Piedad.


Un día
vertió en la copa su dolor, y plena
la copa de amargura, moribundo,
brindó por la bohemia.


Éramos tres los caballeros. Nadie
comprenderá en el mundo esa tristeza
que efluvia el fondo de las copas rotas
en que bebieron labios de doncellas,


ni el resignado hastío
que el grave azul de la sortija lleva.
-Éramos tres los caballeros… nadie
comprenderá jamás nuestra tristeza-.


Alberto Ángel Montoya

jueves, 11 de junio de 2009

Canción del Pirata


Con diez cañones por banda,
viento en popa, a toda vela,
no corta el mar, sino vuela
un velero bergantín.
Bajel pirata que llaman,
por su bravura, El Temido,
en todo mar conocido
del uno al otro confín.


La luna en el mar riela
en la lona gime el viento,
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y va el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa,
y allá a su frente Istambul:


Navega, velero mío
sin temor,
que ni enemigo navío
ni tormenta, ni bonanza
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.


Veinte presas
hemos hecho
a despecho
del inglés
y han rendido
sus pendones
cien naciones
a mis pies.


Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.


Allá; muevan feroz guerra
ciegos reyes
por un palmo más de tierra;
que yo aquí; tengo por mío
cuanto abarca el mar bravío,
a quien nadie impuso leyes.


Y no hay playa,
sea cualquiera,
ni bandera
de esplendor,
que no sienta
mi derecho
y dé pechos mi valor.


Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.


A la voz de "¡barco viene!"
es de ver
cómo vira y se previene
a todo trapo a escapar;
que yo soy el rey del mar,
y mi furia es de temer.


En las presas
yo divido
lo cogido
por igual;
sólo quiero
por riqueza
la belleza
sin rival.


Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.


¡Sentenciado estoy a muerte!
Yo me río
no me abandone la suerte,
y al mismo que me condena,
colgaré de alguna antena,
quizá; en su propio navío
Y si caigo,
¿qué es la vida?
Por perdida
ya la di,
cuando el yugo
del esclavo,
como un bravo,
sacudí.


Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.


Son mi música mejor
aquilones,
el estrépito y temblor
de los cables sacudidos,
del negro mar los bramidos
y el rugir de mis cañones.


Y del trueno
al son violento,
y del viento
al rebramar,
yo me duermo
sosegado,
arrullado
por el mar.


Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.


José de Esproceda

viernes, 5 de junio de 2009

Música Fúnebre







Mi corazón percibe, sueña y presume.
Y como envuelta en oro tejido en gasa,
la tristeza de Verdi suspira y pasa
en la cadencia fina como un perfume.


Y frío de alta zona hiela y entume;
y luz de sol poniente colora y rasa:
y fe de gloria empírea pugna y fracasa,
¡como en ensayos torpes un ala implume!

El sublime concierto llena la casa;
y en medio de la sorda y estulta masa,
mi corazón percibe, suena y presume.

Y como envuelta en oro tejido en gasa,
la tristeza de Verdi suspira y pasa
en la cadencia fina como un perfume.


Salvador Díaz Mirón

lunes, 1 de junio de 2009

Hay en mí más recuerdos que en mil años de vida

 





" Hay en mí más recuerdos que en mil años de vida.
Una cómoda llena de finales de cuentas,
versos, cartas de amor, con romanzas y pleitos,
y mechones espesos enrollando recibos,
guarda menos secretos que mi triste cerebro.
Es como una pirámide, un inmenso sepulcro
que contiene más muertos que la fosa común.
-- Soy como un cementerio que la luna aborrece,
donde largos gusanos, como remordimientos,
se encarnizan sin tregua con mis muertos queridos.
Soy un viejo boudoir donde hay rosas marchitas,
un rebujo anticuado de las modas de ayer
y pasteles dolientes, y Bouchers palidísimos
respirando perfumes de unos frascos vacíos.

Nada existe más largo que los días ingratos
cuando caen los copos de los años nevosos;
el hastío, que es fruto de la triste desgana,
toma las proporciones de una cosa inmortal.
-- Oh, materia viviente, vas a ser desde ahora
el granito rodeado del horror más confuso,
dormitando en el fondo de un brumoso Sahara;
una esfinge ignorada por el mundo insensible,
olvidada en el mapa, cuyo umbrío talante
sólo canta a la luz que da el sol en su ocaso.
"


Baudelaire